¿Es Posible Evitar el Dolor que Provoca la Iglesia?

No es algo de lo que hablamos con frecuencia, o a veces, es lo único de lo que hablamos, y aun así seguimos sin poder superar el dolor.

Esto es lo que diría: el dolor causado por la iglesia es una realidad para muchos que han entrado por sus puertas buscando sanidad, solo para salir más heridos. Y es una conversación que no podemos ignorar, porque, aunque el dolor existe, Jesús sigue siendo digno de confianza.

A casi cualquier persona que haya asistido a una iglesia, si le haces esta pregunta, verás una reacción en su rostro. Tal vez su ansiedad suba, o su mente corra hacia recuerdos dolorosos, e incluso su cuerpo responda con gestos, palabras o emociones, intentando explicar lo que vivió en un lugar que se suponía debía mostrar el amor de Dios.

Un lugar que debía enseñarles a caminar con Jesús y con otros, pero que en su lugar terminó dejándolos heridos, confundidos, y sintiéndose como personas rotas.

Un lugar que se suponía debía enseñarles a caminar con Jesús y a relacionarse con otros, pero que, en vez de eso, los dejó heridos, aprovechados, y hoy viven con el peso de sentirse apartados, como si ya no fueran útiles para Dios.

Me he dado cuenta de que hay muchísimas personas que reconocen que Dios existe, incluso dicen que lo aman, pero aun así se sienten lejos de Él. No saben cómo volver a acercarse sin tener que poner un pie en una iglesia. Y solo pensar en rodearse otra vez de personas en las que ya no confían… les causa temor.

Yo mismo he estado ahí. No siempre fui así; seguro en mi fe, firme en mi caminar, y arraigado en mi relación con el mayor tesoro de todos: Cristo. A mediados del año 2000, fui tan herido dentro de la iglesia que mi fe se redujo a un puro escepticismo hacia cualquiera que dijera ser seguidor de Cristo.

 No sentía que estaba creciendo en mi fe; al contrario, cada vez me alejaba más. En lo profundo, empecé a considerar dejar la fe por completo, pensando que tal vez fuera posible encontrar fuera de la iglesia personas que no me lastimaran como lo había hecho la iglesia.

Ahora, quiero tener cuidado con lo que digo. No estoy diciendo que todas las personas que conocí o con las que tuve alguna relación sean responsables de haber afectado mi crecimiento espiritual. Ese no es el punto.

 Lo que quiero enfatizar es que, ya sea en una iglesia, en un grupo, o en una relación cercana, el dolor es parte de la vida y, de una forma u otra, es imposible evitarlo por completo.

El dolor causado por la iglesia no siempre se puede evitar. Pero hay algo que es cierto y seguro: Jesús les dice a todos los que creen en Él que pueden confiar en Él. Déjame explicarte. Jesús nos llama a seguirlo, a obedecer sus mandamientos y a vivir el evangelio en comunidad. Mira lo que dice:

  • "Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado" (Juan 15:12).

  • "Si tu hermano peca contra ti, ve y repréndelo a solas. Si te escucha, has ganado a tu hermano" (Mateo 18:15).

  • "Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como acostumbran algunos, sino animémonos unos a otros..." (Hebreos 10:24–25).

Hay un llamado profundo y significativo en estos versículos, pero por ahora quiero resaltar una cosa: ser parte del verdadero cuerpo de creyentes. Un lugar donde las personas se reúnen y viven su fe de manera auténtica, honesta y transparente.

Eso es lo que una iglesia saludable busca ser: un lugar donde Cristo es exaltado en la enseñanza, en la proclamación de las Escrituras, y en el amor mutuo. Una iglesia que no teme caminar contigo en medio del desorden y las dificultades de la vida. Un lugar donde se ora los unos por los otros, se comparten el dolor y el sufrimiento, y se apunta constantemente al único que puede traer sanidad y plenitud verdadera: nuestro mayor tesoro, Jesús, nuestro Señor y Salvador.

Quiero terminar con esto: si has sido herido por la iglesia, de verdad lo siento. Pero quiero que sepas que aún hay esperanza. La sanidad es real y posible por medio de nuestro Señor. No porque exista una iglesia perfecta, sino porque existe un Salvador perfecto. Jesús no te ha abandonado. Su amor permanece firme, aun cuando las personas fallen.

Así que no te rindas. Hay comunidades donde el cuerpo de Cristo está creciendo, aprendiendo y viviendo una fe real, sincera y transformadora. Y tal vez, por Su gracia, ahí también encuentres sanidad. 

Asher Segelken

Founder & CEO of Good Grain Creative

Based in Franklin, Tennessee, Asher is a storyteller at heart, passionate about meeting and working alongside people and sharing God's love with them. When he’s not working, he enjoys traveling, spending time with friends, hanging out in coffee shops, and watching movies. Asher graduated with a degree in Entrepreneurship from Belmont University and uses his degree to explore and create more accessible and reliable solutions for ministries to implement.

https://www.goodgraincreative.com
Siguiente
Siguiente

Construyendo Comunidad en el Centro de Clermont: El Papel de la Iglesia en Conectar Familias